Mié. Nov 12th, 2025

La deuda de consumo, destinada a financiar gastos corrientes, lujos o apariencias, es considerada la más perjudicial por especialistas financieros. A diferencia de la deuda productiva, que se invierte para generar ingresos, esta no crea valor, perpetúa situaciones de pobreza y refuerza la dependencia del sistema crediticio.

En América Latina, un motor clave de este fenómeno es la presión social por mantener una imagen. Individuos, especialmente jóvenes, se endeudan para «verse como la persona que quieren ser», impulsados por las redes sociales y el «qué dirán». Este comportamiento genera un ciclo continuo de frustración y endeudamiento.

Este patrón está ligado a la dificultad de admitir que los ingresos no alcanzan para un determinado estilo de vida. Expertos señalan que reconocer esta realidad es el primer paso hacia la estabilidad. Afirman que si no hay capacidad para ahorrar, significa que no se tienen los recursos para la vida que se está llevando.

La falta de educación financiera agrava el problema. Existe un desconocimiento generalizado sobre el funcionamiento del sistema financiero. Un caso particular es el de las mujeres, quienes, pese a ser percibidas como administradoras más precavidas, suelen mostrar reticencia a invertir por aversión al riesgo, perdiendo oportunidades de crecimiento a largo plazo.

El camino hacia el control financiero requiere acciones concretas. Estas incluyen revisar sin temor los estados de cuenta, buscar asesoría especializada y mantener la disciplina. La clave, según los analistas, reside en entender la situación personal, educarse y sostener hábitos saludables en el tiempo.

La prioridad absoluta para quien busca estabilidad es salir de deudas. Las recomendaciones pasan por reducir gastos al mínimo, generar ingresos adicionales y eliminar temporalmente el acceso al crédito fácil, como las tarjetas. Se subraya que no puede existir libertad financiera si primero no se es libre de deudas.

Una vez controladas las deudas, la distribución del ingreso es crucial. La fórmula recomendada es «ingresos – ahorro = gastos». Se sugiere ahorrar entre un 15% y 30%, construyendo un fondo de emergencia equivalente a entre tres y seis meses de gastos básicos, el cual debe estar resguardado en instrumentos de bajo riesgo.

La construcción de patrimonio es el objetivo de largo plazo. Las personas con solvencia económica piensan en términos de patrimonio y no de gasto inmediato. La meta no es elevar el nivel de vida de forma instantánea, sino generar dinero que trabaje por sí mismo para asegurar estabilidad y libertad futura.

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